En la calle antigua compré unos Chou Doufu (tofu frito que tiene fama por su olor), Ambròs también los probó aunque nunca soporta su olor. Con el señor de la fábrica de té quedamos que nos vendría a buscar el mediodía siguiente en el hostal y seguido nos marcharíamos a su fábrica juntos. Teníamos tiempo suficiente para disfrutar y descansar como nos merecíamos. Hicimos una vuelta por las calles alrededor del río con toda tranquilidad, disfrutando de las luces de los comercios y restaurantes. Nos paramos en un restaurante pequeño, a punto de cerrar, del cuál fuimos sus últimos clientes este día. Les quedaban unas empanadillas y unos huevos de pato salados que nos comimos con total satisfacción. Al salir nos cerraron la persiana inmediatamente después de sacar el último pie del local, cogimos un taxi de nuevo y volvimos al hostal.
La verdad es que yo no dormí nada bien, ya que el hostal al estar situado al lado de la estación de tren, escuche el “tracata” y silbido de todos los trenes que pasaron esta noche. Pero nos levantamos con mucha ilusión para ir a visitar la zona más alta del pueblo, que había estudiado sobre el mapa que me compré en la calle el día anterior. Nos duchamos con rapidez ya que no había mucha agua caliente. Ambròs se duchó con la mitad de agua caliente y la otra mitad, fría.
Volvimos a la zona antigua. Otra vez paramos un taxi, pero no cogimos el primero ya que no nos ofrecía el mismo precio que el día anterior. Al quinto taxi, ya cansados, aceptamos el trato. Nos acercó a la zona del día anterior. Para desayunar nos sentamos en un restaurante que seleccionamos al azar, parecía un clásico de la zona. Tenían unos fideos buenísimos pero un poco picantes. Un poco de subida, pisando ladrillos de piedras, rodeados de casas antiguas típicas de Guizhou, preciosas, fuera y dentro construidas todas de madera, y sin darnos cuenta estábamos perdidos en medio de los callejones. Las casas típicas no utilizan nada de tornillos, sólo son maderas encajadas entre si. Una señora muy mayor, al pasar a su lado, nos dio una sonrisa, la señora tenía un poco de vergüenza cuando le hice la foto. Una vez cruzado el río entramos a visitar la casa antigua llamada “Qing Long”, construida siguiendo el perfil de la montaña. Desde todos los puntos más altos se podía ver el paisaje del pueblo Zhen Yuan edificado a lado y lado del curso del río, limitado por las pendientes de las montañas por el exterior, una vista preciosa!
A la salida por casualidad conocimos un señor que estaba esculpiendo la cabeza de un dragón sobre una raíz de madera, mientras fumaba su pipa (me encantó su pipa) y nos explicó que estaba preparando esta cabeza para la celebración del Dragon Boat Festival.
Con la idea de conseguir una pipa y una cesta de bambú típicas de la zona, intentamos buscar en todos los sitios, supermercados, mercados, tiendas,…pero no lo conseguimos. El mercado fue el mejor lugar para conocer mejor la vida diaria de los locales. Vendedores de carne, pasta de arroz, mil y un tipos de huevos, tofu, verduras, ropa, incluso accesorios para los muertos… todo en un mismo espacio!
Una llamada de teléfono del señor Ou nos paró el paseo en el mercado, ya había llegado al hostal con 30 minutos de antelación, así que volvimos rápidamente en taxi. Vi un señor delgado, llevaba americano negra y camisa blanca, me esperaba un señor más mayor. En seguida nos dimos las manos y sólo saludando ya me di cuenta de que casi sería imposible de comunicarme con el. Sólo entendí ¨hola, como estás?¨, de lo que me dijo después , no me enteré de nada. Por suerte su prima podía hablar mandarín y me ayudó muchísimo. Después de 15 minutos sentados en la sofá esperando el coche que nos tenía que venir a buscar, la prima de Ou Zhong me explicó que él estaba intentando buscar un taxi, pero nadie quiso llevarnos al pueblo ya que casi teníamos dos horas de camino. Así que nos esperamos al plan establecido. Finalmente después de 2 horas, un amigo suyo se presentó con un 4×4. Antes decidimos ir a comer. Nos llevó a un restaurante muy escondido, dentro ya no había nadie (normalmente la comida del medio día empieza a las 11h y nosotros llegamos a las 12:30h). Era un restaurante de «fondue» China, un local inmenso donde podían caber sin estar apretadas unas 100 personas. Nos pedimos una «fondue» (chinese hot pot), seleccionamos unos platos de carne, de setas y de verduras, las metimos en la sopa y a comer! Los tres salimos sudando. Los pimientos “la jiao” y el calor son un cóctel que no falla nunca.
A las 14h llegó el coche, así por fin pronto estaríamos en la fábrica de té. En el coche aunque intentamos establecer conversación, el silenció fue quien se impuso entre nosotros ya que no nos podíamos entender bien. El 4×4 después de un buen rato de autopista se metió dentro de las montañas, enormes, rodeados de unos paisajes que solo habíamos visto en películas. Pueblos pequeños de unas pocas casas, todas ellas de madera rodeadas de campos de arroz, llenos de agua y una vegetación increíble a todo lo que te alcanzaba la vista. La gente aún no había terminado de trabajar. Nada de contaminación, se respiraba un aire puro y fresco. Los troncos de maderas fuera de las casitas, bien ordenados, preparados para ser quemados cuando se acerara el frío. Unos perros corrían por la calle, los únicos que rompían el silencio de que estábamos disfrutando. El lugar que había soñado por fin lo podía oler, tocar, ver, sentir… No hice muchas fotos porque sabía que si hacía muchas fotos ya no podría disfrutar de todos lo que estaba pasando. Al final con los movimientos del coche nos quedamos dormidos, pero esta vez no fue el cansancio sino la relajación por saber ya de primera mano lo que nos estaba esperando.
Sobre las 16h llegamos a la fábrica de té (durante el camino sólo tuvimos una parada). La conducción era rápida y buena, sin tocar mucho el freno, por carreteras estrechas y de tierra. Se notaba que había hecho aquel camino mil veces. Nuestras manos estaban bien sujetas y sólo se despegaron al llegar a la fábrica. Al llegar no salió nadie a darnos la bienvenida, tampoco nos hacía falta, pero era raro tratándose de estar en China y con un extranjero. La razón es que todo el mundo estaba muy ocupado con la producción. Entramos en la nave y nos presentamos mutuamente con la mujer del señor Ou, una pareja mayor, una chica adulta y cuatros chicos jóvenes de 18 años (luego me contaron, que estaban haciendo prácticas en la fábrica). Todo el mundo volvió a su puesto rápidamente. Estaban procesando té verde y Tian Cha (una planta típica de la zona de la que se prepara una infusión muy dulce y que dicen que va muy bien para bajar la tensión). Habían seis mesas enormes de dos plantas cada una, todas llenas de hojas frescas recién cosechadas. La jefa me dijo que tenían que terminar todo lo que había encima de las mesas antes de ir a dormir y que no lo podían dejar marchitar demasiado. Nosotros pensamos que era imposible. Con esta impresión salimos del recinto de la fábrica de té para ir a pasear tranquilamente entre las plantaciones de té, la gente nos saludaba amablemente.